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Democracia y comunismo utópico.

“Desde Thomas Moro hasta Pedro Castillo, está claro que suponer un gobierno comunista o uno democrático es suponer lo mismo”.

Publicado: 2021-07-22

Escribe Mariano Paliza.

Supongamos un gobierno comunista o un gobierno democrático en el Perú

¿Qué significa ser comunista? Significa creer en la utopía del comunismo. Pero, ¿cuál es la utopía del comunismo? Según el concepto sociológico de la Real Academia Española es la representación imaginativa de una sociedad futura de características favorecedoras del bien humano. Entonces la utopía del comunismo, de acuerdo a ello, es un sistema social de bienestar para todas las personas.

De hecho, las primeras doctrinas del comunismo utópico surgieron, luego del fracaso de la revolución francesa de crear un sistema justo e ideal para todos los seres humanos. La violencia acumulada por siglos de injusticias, de dinastías corruptas terminó con todos los líderes de la revolución. El jefe del gobierno del terror, Robespierre, terminó en la guillotina. La dictadura napoleónica aunque, en un primer momento, incluso con sus conquistas, era vista como la mensajera de libertad y progreso, no significó sino una nueva forma de opresión interna y externa. Beethoven tachó el nombre de Napoleón de la dedicatoria que le hacía en su Tercera sinfonía, la que quedó sólo como “Sinfonía Heroica, compuesta para festejar el recuerdo de un gran hombre”.

Hacia fines del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX surgieron entonces, en varios países de Europa sociedades políticas revolucionarias, como los Comuneros en España, los Sans-Culottes en Francia, las Trade Unions en Inglaterra y las Ligas en Alemania. Éstas se planteaban llevar a un mayor desarrollo los principios de la revolución francesa de “Libertad, igualdad, fraternidad”, con respeto a los derechos humanos, basados en planteamientos políticos, con aportes de filósofos y científicos sociales. Marx y Engels ingresaron a la Liga de Los Justos en 1847, en su congreso en Londres, para el que escribieron el Manifiesto Comunista, proponiendo el cambio de nombre a Liga de los Comunistas y su nuevo lema “¡Proletarios de todos los países: uníos!”.

La utopía comunista, que viene de antes de Marx, es heredera del pensamiento político y literario de Thomas More, quien en el año de 1513, escribió su novela “Utopía”, en la que diseñaba una sociedad perfecta en una isla del nuevo mundo, recién descubierto, que más adelante vendría a llamarse América. En dicha isla no había propiedad privada, había igualdad, libertad, fraternidad y había sufragio universal. Marx añade a esta tradición “La dialéctica del amo y el esclavo” de Hegel, donde al final, vencen los esclavos. Con todo esto y sus estudios jurídicos, políticos y económicos, propone el Comunismo Científico.

De esta época viene la “división” de los principios políticos entre los sistemas del capitalismo y del comunismo, y de sus formas de organización política: la democracia burguesa y el socialismo. Es decir la democracia surge de la sangrienta revolución francesa y el comunismo de una utopía intelectual. Ahora bien, desde entonces ambas alternativas han estado en permanente competencia, unas veces más agudas que otras. Las clases en el poder, se deciden por la primera alternativa, más o menos adaptada a sus intereses particulares, en tanto que los idealistas luchadores sociales, de todas las clases, y las clases populares, cuando la teoría llega a ellas, se deciden por la segunda.

Cada una de estas alternativas ha tenido un desarrollo, más o menos zigzagueante, en la teoría, y en la práctica, muchas veces muy dramático. Las dictaduras absolutistas, racistas y anticomunistas, como el fascismo y el nazismo, o los totalitarismos anticapitalistas y anti pensamiento no oficial, corresponden a los desarrollos extremos. Luego de las dos guerras mundiales, el mundo se dividió en dos campos: el capitalista y el socialista, pero luego de la aplicación de las reformas de la Perestroika y el Glasnost en la Unión Soviética y la caída del muro de Berlín, vinieron mejores tiempos.

Secuelas de extrema violencia se dieron en Perú, Kampuchea, Ruanda y la ex Yugoeslavia, entre otros países. Pero experiencias positivas, de desarrollo social, económico y humano se registraron en ambos sistemas. La mejor experiencia es la llamada tercera vía en Europa y otras partes del mundo, donde, el desarrollo económico ha permitido un modelo social de mercado, aunque parcialmente basado en el intercambio desigual con el llamado tercer mundo. Los países del llamado primer mundo fijan tanto los precios de sus productos, como los de los productos, mayormente materias primas, del llamado tercer mundo. Con esta ventaja, entre otras, aquellos pueden financiar su bienestar social, en tanto que los otros se ven limitados a administrar su pobreza.

La Unión Soviética, estando aún vivo Lenin, impulsó la Nueva Política Económica (NEP) que daba un rol importante al mercado, a la propiedad privada y mixta, a la inversión extranjera, y a la política monetaria, entre otras técnicas macroeconómicas. Esta experiencia fue tan positiva que en pocos años se triplicó la producción y la oferta de trabajo. Lamentablemente con la creciente burocratización de la sociedad y el modelo dictatorial, la NEP fue dejada de lado hacia 1930 y se impusieron el colectivismo y el estatismo. El desarrollo teórico del comunismo, se vio, de esta manera, totalmente deformado y a partir de Stalin impulsado en todo el campo socialista.

El socialismo no es sinónimo de estatismo, ni siquiera de colectivismo. Es el libre desarrollo de las fuerzas productivas que se encuentran atadas en el sistema capitalista burocrático y monopólico que ha tenido su ulterior desarrollo teórico en el neoliberalismo del Consenso de Washington que sirve principalmente a los gobiernos y empresas transnacionales de los países más poderosos económicamente. Por el contrario el capitalismo no monopólico y la libre competencia del mercado, garantizada por el Estado son perfectamente compatibles con los ideales y la práctica de un socialismo democrático.

De hecho, los mismos detractores de la socialdemocracia, es decir las derechas más extremas, de aquí y de más allá, llaman países socialistas a los países del norte de Europa, donde se alternan en el gobierno partidos socialistas, socialdemócratas, verdes y de centroderecha. Europa que fue la fuente de tanto saqueo, conquista, genocidio e injusticia en todo el mundo, hoy, salvo, el intercambio desigual, viene a ser también la fuente del cambio social. La revolución burguesa del siglo XVIII, la irrupción de las clases trabajadoras en el siglo XIX, las revoluciones socialistas del siglo XX; también los ejemplos negativos del nazi-fascismo y las dictaduras en las que degeneraron las experiencias socialistas; pero sobre todo, los actuales modelos políticos europeos, relativamente estables, nos señalan una perspectiva.

Teniendo en cuenta los aportes del filósofo peruano, reconocido mundialmente, José Carlos Mariátegui y recogiendo toda la experiencia de la teoría y de la práctica política europea y mundial, desde Thomas Moro hasta Pedro Castillo, está claro que suponer un gobierno comunista o uno democrático es suponer lo mismo. Es lo que ha planteado el presidente electo y sus asesores políticos y económicos: unidad del pueblo peruano, gobierno de todas las sangres, lucha contra la corrupción, no importar ningún modelo de otro país, ninguna expropiación, inversión extranjera, vigencia de la actual constitución hasta cuando el pueblo lo decida, así como vigencia y defensa de los derechos humanos e intereses de todos y cada uno de los peruanos.

Mariano Paliza Mendoza (23.07.2021).


Escrito por

GUIDO CHATI

Historiador y Antropólogo. Autor de artículos y libros sobre historia, antropología y política (Libro: De quién es la tierra, 2019).


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