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“El Sureñito” Claudio Garfias, el bohemio de Huanupata.

Dejó los estudios y se fue detrás de las comparsas callejeras.

Publicado: 2018-07-30


José María Arguedas, en “Los ríos profundos” decía que en Abancay había un solo barrio alegre: Huanupata. Ahí estaban los tambos que alojaban a los abogados litigantes de las comunidades alturas del río Pachachaca, a los arrieros y los viajeros mestizos. Era el único barrio donde había chicherías. Los días sábados y domingos tocaban arpa y violín, bailaban huaynos y todo forastero podía tocar el huayno de su preferencia. Pero ocurría a veces, que los visitantes reclamaban que se tocara un huayno desconocido. Entonces llamaban al forastero y le decían que cantara en voz baja. Pero ocurría lo contrario, los visitantes reclamaban enfurecidos y cantaban en voz alta; como sea “igual es, señor”, diciendo creaban nuevos huaynos alegres. Entre chicherías y jaranas se formaban fama de hermosas mestizas abanquinas, que según Arguedas sólo eran para el llorar de los forasteros. Así era el barrio del futuro Sureñito.

Claudio Garfias Villegas, conocido como “El Sureñito” en el mundo artístico, nació en Abancay el 07 de Junio de 1952. Pasó su infancia en las calles de Huanupata, según él recuerda; “en una población donde se vivía en medio de la pobreza, donde los niños jugaban con muñecas de trapo o rodando los aros de las llantas de carro, pero al fin, un barrio alegre”.

Sus padres, Valentín Garfias Pedraza y Virginia Villegas Olivares, lo matricularon en una escuela “Pre Vocacional”, pero Claudio aprendió a cantar y bailar en las calles de Huanupata. Asistió al colegio hasta los 15 años, de ahí abandonó las aulas. “Seguí los pasos de mi mamá, a ella le gustaba cantar”, recuerda.

“La inspiración nacía cuando me iba al campo. Me iba detrás de las comparsas callejeras, puesto que mi madre era bien carnavalera. Paraba detrás de ella y así he aprendido a cantar. Andaba detrás de las comparsas, de esa forma componía, escuchado lo que cantaban, me lo grababa en mi mente, comenzaba a practicar o escribir, y de esa forma me inspiraba para componerlos. Algunas son derechos reservados. También todas las abanquinas me han inspirado, porque todas son bellas: ‘cinturitas de avispa, lunar en la cara y nariz perfilada’. Mis canciones hoy en día están en el corazón del pueblo. Mi canción más representativo desde que grabé a los 17 años, es el ‘Verde romerito’, ‘Arbolito de manzana’, ‘Patibamballay’ y muchas canciones más”. Por su parte, los Abanquinos dicen que el Sureñito “recorre con sus canciones el ‘Río grande de Pachachaca’, cruza el puente ‘Pachachacallay’, sube por ‘Patibamballay’ al ‘Cerrito de Quisapata’. Se pasea por los pueblos cantando ‘Dulce naranjita’, ‘Caraybambina’, ‘Belencha’, ‘Comandante’, ‘Cielo Cachorino’, ‘Cigarro Inca’”, y otras canciones.

Escribe un periodista local, que Claudio, “Salió de la carpeta a la esquina a los quince años. Recorría balcones en las madrugadas dando serenata a las ‘Abanquinitas’. Les cantaba diciendo: ‘Sal si sabes querer, sal si sabes amar a la media noche nomás’”. Era alegre con sus amigos y pícaro con las chicas. Andaban en grupo por la calles de su barrio con la guitarra en la mano y cantando en coro: “Al subir aquella cuesta, quisiera irme contigo para no regresar jamás”. Cuando ya no lograban su cometido, se iban en busca de aquellas chicherías llamados “Arpaschallay” o “Moyo Corral”, donde las colegialas, mirando de reojo entraban clandestinos a disfrutar de las canciones de Claudio, “el buen mozo bohemio”. Así nacía el Sureñito.

Poco a poco se alejó de sus padres y su pueblo para lanzarse a los escenarios con su voz poderosa, los zapatos finos y su poncho sobre el hombro.

Claudio Garfias, tiene 6 hijos, todos ellos fuera de Abancay. A los 66 años de carrera artística cuenta con 22 grabaciones entre vídeos y discos: “primero era con disco carbón, disco vinilo y después con casset, ahora con DC. Ha recibido muchas distinciones”. “Mis canciones que grabé durante 61 años, está en el corazón de la gente peruana, gracias a todo esto, el carnaval abanquino, hoy en día es considerado como patrimonio cultural de la nación, y gracias a la crítica peruana, es el carnaval más alegre del Perú. Lo que hacemos es para la generación que viene; orgullo para mis nietos y para mi querido pueblo que me vio nacer”, recuerda en una entrevista realizado el 2013. En efecto, el 7 de marzo del 2011, el Ministerio de Cultura declaró al carnaval abanquino como patrimonio cultural de la nación: “por su significado tradicional y contribuir al fortalecimiento de la identidad regional y nacional”. El 6 de febrero del 2012, la Municipalidad Provincial de Abancay, reconoce al Sureñito como embajador del carnaval abanquino: “por su recorrida proyección social, que con su voz y su ritmo estuvo presente en todas las fiestas Carnavalescas”. Entre otros reconocimientos, se le otorga un subsidio económico para su tratamiento médico.

Desde los 50 años aproximadamente, sufre la perdida de vista a consecuencia de la diabetes: “he perdido la vista por la diabetes, ahora me encuentro delicado de salud. Después del sureñito habrá muchos cantantes que son los futuros bailarines y futuros cantantes, a quienes con mucho cariño les digo: hay que querer, amar y ser orgullosos de nuestra música, en especial de nuestro carnaval abanquino, así como otros pueblos tienen lo propio y festejan a su manera”.

En mayo del 2017, “El Sureñito” fue reconocido por el Ministerio de Cultura como cultor de la música folklórica. El 15 de junio el Congreso aprobó otorgar una pensión de gracia a Claudio Garfias Villegas por su destacada labor como compositor e intérprete de la música vernácula, y por su contribución en la difusión del folclore, en particular del carnaval abanquino típico de Abancay. 

A los 66 años, Claudio Garfias falleció el 23 de julio de 2018. Los restos mortales de el popular “Sureñito” fueron sepultados en el Cementerio General de Condebamba en Abancay.

EL SUREÑITO  CON LOS RECONOCIMIENTOS OTORGADAS

EL SUREÑITO  EN LOS AÑOS 70


Escrito por

GUIDO CHATI

Historiador y Antropólogo. Autor de artículos y libros sobre historia, antropología y política (Libro: De quién es la tierra, 2019).


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